QUE VIVA EL TEATRO
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QUE VIVA EL TEATRO
QUE VIVA EL TEATRO
FELIZ DÍA AMIGO Y AMADO TEATRO
Un medio para educar, divertir, entretener, enseñar y hacer pensar; como la misma esencia y fin del teatro.
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miércoles, 27 de marzo de 2013
lunes, 25 de marzo de 2013
Interioridades: Obra Teatral
Autor: Iván García
Guerra.
Personajes: Rádel- Presidente de la nación; Mariana- esposa del presidente; Norco- expresidente derrocado por implementar la tiranía; Lucila- ama de llaves del presidente; Antonio- político, secretario del presidente.
Personajes: Rádel- Presidente de la nación; Mariana- esposa del presidente; Norco- expresidente derrocado por implementar la tiranía; Lucila- ama de llaves del presidente; Antonio- político, secretario del presidente.
La obra se divide
en 2 actos y 10 cuadros (cada acto consta de 5 cuadros y cada cuadro tiene
varias escenas.).
Primer Acto; Primer
cuadro.
En escena aparecen
Mariana siendo peinada por Lucila.
Mariana comenta con Lucila lo cansada que se siente por haber dormido mal, lo
desolada que ha estado sintiéndose desde que su esposo, Rádel, se había
embarcado en la lucha por el derrocamiento de la tiranía de Norco. También le
relata un sueño que tuvo la noche anterior, en el cual Norco se presentaba a su
habitación y la sometía sexualmente. Las dos mujeres escuchan el galope de un
caballo y deducen que se trata de Rádel quien ha vuelto a casa. Mariana entra a
su habitación para cambiarse de ropa y lucir presentable para su marido,
Lucila, al quedar sola en escena muestra el fastidio que le produce la compañía
de Mariana. Norco entra a escena, Lucila le da una cortés bienvenida a lo que
Norco contesta solicitando ver a Mariana. Mariana sale de las habitaciones, ya
cambiada y se sorprende al ver a Norco en su sala. Inician una conversación,
primero un poco hostil de parte de Mariana quien va calmándose a medida que
siguen conversando. Se sientan y Norco le recuerda a Mariana los tiempos en que
ellos eran novios y estaban comprometidos para casarse, que por Mariana no
soportar su vocación política lo dejó y decidió casarse con Rádel. Mariana
resta importancia al tema y pide a Lucila que se retire. Intercambian algunas
impresiones sobre el tema de sus antiguos amores que a Mariana parecen no
interesarle. Luego de un rato Norco dice a Mariana que debe acostumbrarse a ser
un poco más viuda de ahora en adelante, ella pregunta si él asesinó a Rádel,
Norco lo niega, vuelve a recordarle a Mariana que es a él a quien ama y que se
casó con Rádel para herirlo, le confirma que Rádel está muerto, Mariana se deja
caer al suelo llorando y Norco le dice que tuvo que elegir entre su vida y la
de Rádel y que no podía permitir que lo asesinaran por su gran amor por ella, y
que una nación no puede gobernarse pusilánimemente. Fin del primer cuadro.
Segundo Cuadro.
Más tarde ese mismo
día, la escena muestra a Rádel narrándole a su esposa Mariana la alegría del pueblo
ante la victoria de su gente que ha derrocado la tiranía. Mariana le cuenta de
cómo lo ha esperado y él le comenta de las veces que pensaba en las sábanas de seda
de su cama, ella le reclama algo incrédula el que posiblemente no fuera
extrañada por Rádel y ante la reafirmación de Rádel ella dice que él sólo
mencionó las sábanas y no a ella. En medio de la conversación que se va
tornando más íntima, Norco sale a escena disculpándose por haber interrumpido
la intimidad de los esposos, Rádel se sorprende y Mariana se disculpa por no
haberlo dicho antes pues buscaba el momento propicio para hacerlo. Norco habla
con Rádel y le comunica que anda buscando refugio en su casa pues sabe que es
el único sitio en que nadie lo buscará, además porque cree tener en Rádel al
viejo amigo que ha conocido desde hace tantos años. Ante la renuencia de Rádel,
Norco entonces dice entender la situación pero le pide que sea el mismo Rádel
que lo mate, que no lo entregue a sus enemigos. Lucila entra y le comunica a
Rádel que le ha preparado su baño, Rádel agradece a Lucila y abandona la escena
diciendo que tiene que asearse y que regresa en un momento. Mariana dice a
Norco, una vez han quedado solos, que ahora ella entiende como este pudo
mantenerse en el poder tanto tiempo, esto en franca alusión a su actuación
frente a Rádel. Fin del segundo cuadro.
Tercer Cuadro.
Aparece en escena
Rádel ensayando el discurso para la toma de posesión de la presidencia que
ocurrirá el día siguiente , Mariana entra a escena y conversan sobre el tema.
Rádel confiesa su temor ante todo lo que acontece, su nerviosismo y preocupación
por no hacer las cosas bien, su esposa Mariana intenta darle fuerzas y apoyo
moral y le asegura que él podrá hacerlo bien, le dice que si Norco pudo hacerlo
él también podrá. Ella compara los sentimientos que Rádel experimenta en esos
momentos con los sentimientos que ella sentía cada vez que él la visitaba y le
asegura que eso no es temor sino amor por su pueblo. Los esposo se abrazan
deslizándose en la alfombra. Fin del tercer cuadro.
Cuarto Cuadro.
Antonio, secretario
del presidente, conversa con Lucila. Le comenta cerca de lo grande que es la
propiedad de Rádel y dice no entender como una persona con tantos bienes decide
incursionar en política, le dice a Lucila que él tiene que hacer lo que sea
para que Rádel lo crea imprescindible y luego tratar de obtener ganancias
económicas para su vejez. Le insinúa que ellos pudieran aliarse, así podrían
servirse mutuamente a lo que Lucila le manifiesta que no está interesada.
Antonio trata de disfrazar su ofrecimiento como disculpándose. El galopar de
caballos se escucha y Antonio corre temeroso a la ventana y luego se calma
saliendo a la terraza, afuera están los aliados de Rádel, con quienes este
luchó para derrocar a Norco. Rádel sale de las habitaciones, seguido de
Mariana, y saluda a sus hombres desde la
ventana de la sala. Comenta que hubiera preferido cabalgar con ellos como antes
pero ahora su posición se lo impedía. Antonio entra a escena y lo saluda, le
dice que tiene asuntos que hablarle en privado, Rádel pide a Lucila que se
retire y, ante la insistencia de Antonio de hablarle en privado, le dice al
secretario que Mariana además de su esposa es también su consejera. Antonio
dice que debe informarle de ciertas maniobras en su contra a lo que Rádel se
muestra sorprendido y le pide que le acompañe en el coche para que le cuente en
el camino. Fin del cuarto acto.
Quinto Acto.
Aparece Norco
sentado en la oscuridad de la sala y luego Lucila quien lanza un grito de
espanto al comprobar que la sala no está sola. Norco trata de calmarla y le
pregunta si tanto terror él le causa, ella contesta que no, que sólo se
sorprendió porque usualmente él entra temprano a su habitación. Norco le dice
que no podía dormir y quiere saber lo que ella piensa de él, le pregunta si lo
ve como una bestia o como un hombre. Ella le dice que lo ve como un hombre a lo
que él se muestra agradecido. El ruido del coche al llegar les advierte que Rádel
y Mariana han regresado de la juramentación presidencial. Los esposos entran a
escena. Mariana narra, con cierta ironía, lo hermoso que se veía el palacio
presidencial y los muchos adornos que habían colocado para la ocasión, Rádel trata
de impedir que ella continúe, ya que habían quedado en no hablar del tema
delante de Norco, este último le dice que no importa, que deje que ella le
cuente pues hacía tanto tiempo de su juramentación que ya ni lo recordaba.
Rádel sirve unas copas para los tres, Mariana se molesta ante la actitud de
Rádel por mostrarse tan condescendiente con Norco, le confiesa como Norco le
había producido tanto dolor el día que se presentó buscando refugio, haciéndole
creer que Rádel había muerto, Norco comparó lo que él sentía aquel día con lo
que Mariana sentía en el instante presente, deseo de exteriorizar lo que por
dentro llevaba. Mariana abandona la escena disgustada. Rádel comenta con Norco
que conservará algunos de los colaboradores de la tiranía pues no todos están
dañados, Norco desea que le dé un ejemplo a lo que Rádel contesta que todavía
es muy pronto para saberlo pero menciona a Antonio, Norco manifiesta
complacencia pero se niega a aclarar a Rádel el motivo de su expresión, le dice
que brinden por la juramentación y el nuevo gobierno de Rádel. Fin del quinto
cuadro.
SEGUNDO ACTO. Sexto
Cuadro.
En escena están
Rádel y Lucila, él le confiesa a su ama de llaves lo distinto que es todo a lo
que él esperaba, lo difícil que es cumplir con sus propias expectativas e
intenta conversar directamente con ella, preguntándole que puede él hacer para ayudarle,
ella, ante mucha insistencia, le dice que sólo le preocupa lo que será algún
día de ella cuando ya no pueda trabajar, él le asegura que si eso ocurre ella
se quedaría a vivir con ellos en la casa como lo hacen los abuelos. Los dos
empiezan a conectarse y en un momento en que Rádel se ha arrodillado delante de
Lucila, entra Mariana quien se burla de la escena que ve, Lucila sale de escena
y los esposos inician una conversación, Rádel confiesa a su esposa que buscaba
acercarse a Lucila y le comenta sobre lo que hablaron, Mariana le dice que no
le haga caso a Lucila tildándola de hipócrita. Lucila entra de nuevo a escena y
le comunica al presidente que Antonio ha llegado. Mariana muestra inconformidad
pues quería conversar con su esposo, Rádel le dice que puede decirle que espere
y ella descarta esa opción, dice que esperará hasta que él regrese y se retira,
Lucila sale a decir a Antonio que puede pasar. Rádel pregunta a Antonio como
llegó a la casa, pues él no escuchó el galopar del caballo. Antonio dice que
dejó su caballo a la entrada de la finca, donde el encargado de la caballeriza
le colocaría una herradura que se había desprendido de su caballo. Le informa a
Rádel de ciertos personajes que han llegado desde el interior del país para
visitar al presidente, le dice que el encargado de protocolo ya se había reunido
con ellos y se habían puesto de acuerdo, a espaldas de Rádel, para arreglar el
contenido de la agenda a tratar con dichos señores. En medio de la conversación
entra Norco, aparentemente distraído, pide disculpa y asegura que pensaba que Rádel
estaba solo, luego se retira. Rádel intenta rendir explicaciones a Antonio pero
este lo impide diciéndole al presidente que no es necesario que lo haga. Fin
del sexto cuadro
Séptimo Cuadro.
En escena están
Mariana y Norco conversando. Mariana comenta que Rádel ya debe estar llegando a
la casa y Norco pregunta si acaso ella lo presiente, ella esquiva responder directamente
y en cambio le pregunta que ha decidido acerca de su futuro inmediato. Norco no
está seguro pero reconoce que Rádel ya está cansado de su permanencia en la casa,
dice que le ha insinuado en varias ocasiones que se vaya, que los agentes de
seguridad han insistido en cuidar la casa del presidente y muestran extrañeza
ante la negativa de Rádel. Norco asegura que cualquier día Rádel lo echará a la
calle o hasta llegará amatarlo. Describe el cambio que Rádel ha tenido en los
últimos tiempos, dice a veces se comporta como el amigo que él conocía y otras
veces actúa como el señor Presidente Rádel Mainardy. Luego aborda a Mariana
acerca de los tiempos en que ellos fueron novios y dice estar seguro que ella
todavía lo ama, no porque él sea o tenga un atractivo especial sino porque ella
nunca lo tuvo a su merced, le recuerda que ella lo puso a elegir entre la política y ella y es por eso que ella nunca,
según Norco, ha podido olvidarlo. Le dice que él también la ama por razones
similares, porque ella no ha complacido sus peticiones de estar juntos y eso
representa una especie de reto para él porque ella le gusta mucho. Mariana le
confiesa que ella también lo ama a lo que él agradece esa confesión, dice que
no es lo mismo saberlo que escuchar una confirmación de boca de Mariana. Luego
se escucha el sonido del coche que llega y Norco comenta que Rádel ha llegado a
interrumpir otra vez. Fin del séptimo cuadro.
Octavo Cuadro.
Rádel y Mariana aparecen
entrando a escena vestidos de forma inusual, con ropa ligera, Mariana dice que
hacía tiempo que no se divertía de esa manera, Rádel no encontró nada divertido
la experiencia que acababan de vivir. Venían de la iglesia local, a la cual se presentaron
sin escoltas y sin previo aviso. Habían comprobado el nerviosismo inicial de la
gente del pueblo, y luego él se sintió hastiado de tanta gente pidiendo favores
al presidente, manifestó que ya estaba cansado de todo aquello, de gobernar una
nación donde la gente se había acostumbrado a pedir dádivas y ayudas olvidando
su propia dignidad. Comentó el caso de una señora a quien la policía le había
arrestado al hijo y ella ni siquiera podía visitarlo porque no sabía donde lo
tenían detenido. Él dijo a la señora que le visitara al día siguiente para
ayudarle con el caso pero le dijo a Mariana que en su interior estaba casi
seguro que su hijo había sido asesinado
por la policía el mismo día del arresto porque esa es la forma en que ellos
operaban, arrestaban a personas que entendían eran opuestos al gobierno, los
maltrataban a culatazos y luego lo dejaban morir al sol para que los perros se
lo comieran o se pudrieran en la calle. Mariana le sugiere a Rádel que él
todavía podía salir del país y perderse por unos años hasta que ya ni lo
recordaran pero para él huir no era una opción y se lo hace saber a su esposa.
Rádel confiesa a Mariana que se ha dado cuenta que es a ella a quien tiene para
poder confiar plenamente, que si se hubiera dado cuenta de ello antes habían
podido ser felices desde el principio. A Mariana no le gusta el pesar con que
Rádel se expresa pero él está muy desencantado de todo lo que ha resultado ser
presidente de una nación donde hasta sus más cercanos colaboradores le manifiestan
abiertamente que ellos deben sacar provecho de aquello por lo que tanto
lucharon, que si los otros lo hicieron ellos también deben hacerlo. Al final
Rádel termina llorando. Fin del Octavo cuadro.
Noveno Cuadro.
Lucila aparece
respondiendo los requerimientos de Antonio para que lo deje entrar en la casa,
le comunica a este que el presidente no está en el hogar, Antonio dice que él
lo sabe, ella dice que la señora tampoco está presente, a lo que él responde
que no ha venido a verlo a ello sino a Norco Jiménez Santos, Lucila responde
que no sabe de lo que él habla y Antonio le asegura que él sabe que Norco está
allí, Lucila insiste pero Norco le dice que lo deje entrar. Lucila permite que
Antonio entre, luego ella se retira. Antonio inicia sus adulaciones
acostumbradas, Norco le dice que vaya directo al grano, Antonio ha ido a
ofrecerle la vuelta al poder, le dice que la gran mayoría de la cúpula del gobierno está de acuerdo en que Norco debe
volver a palacio y que él entiende que es el mismo sentir del pueblo. Sigue
contándole a Norco que la inercia de Rádel para ejecutar acciones concretas y
los estallidos de ira que frecuentemente descarga contra sus servidores, han
desembocado en un total desencanto entre la gente del gobierno. Norco pone
algunas condiciones antes de aceptar lo que se le ofrece, quiere la lista de
las personas que han decidido apoyar su vuelta a palacio, la lista de los que
apoyan a Rádel, otra de los descontentos y otra de los que podría ganarse para dicha
causa. Antonio aseguró que las haría inmediatamente. Norco le recordó que a él
le gustan las cosas bien hechas y que la eficiencia se comprueba cada mañana y
en la noche cuando sacan las cuentas, dice que sigan elaborando su lista de
condiciones. Fin del noveno cuadro.
Décimo Cuadro.
Rádel aparece
dándole instrucciones a Lucila para que ilumine totalmente la casa. Está
vestido elegantemente al igual que el día de su juramentación. Mariana entra
pidiéndole a Rádel que le ayude con el broche de su vestido y Rádel la besa en
el cuello mientras le ayuda, ella señala que Lucila esta presente y él dice que
Lucila sabe que los dos se aman, Mariana sale de escena y vuelve a su
habitación. Lucila le cuenta a Rádel que la relación de Mariana con Norco es
algo que ella le da mala espina, Rádel le dice que ya él lo sabe, que ha
perdido a Mariana porque él no ha sabido hacer las cosas bien, Lucila dice que
Mariana es una mala mujer, que Norco también es un mal hombre por haber
traicionado a quien lo ha ayudado y que ella estaba equivocada con él, pero que
Rádel es mejor hombre que Norco. Rádel le da las gracias y le dice que todos ellos
merecen un castigo por la forma en que han hecho todo pero él prefiere que sea
visto como un acto de justicia. Norco entra vestido de militar, tal y como el
primer día que llegó a la casa a pedir refugio, Lucila se retira. Norco dice
que no esperaba a Rádel tan temprano en casa, hablan indirectamente acerca de
si Norco esperaba algunas noticias de la ciudad pero él pretende indiferencia.
Mariana entra a escena. Luego de una breve conversación en la que Mariana
pregunta a su esposo de que se trata todo aquello y él le responde que es una celebración,
que ya se lo dijo antes. Lucila entra y Rádel se sorprende de verla todavía
alrededor, Lucila dice que fue a llevar las luces por el solicitadas, él dice
que luego puede marcharse a lo cual Mariana se opone pues si esperan invitados
Lucila tiene que estar presente para servirles, Rádel dice que no, que él tiene
todo previsto y que Lucila puede retirarse, Lucila se despide llamando a Rádel
por su nombre por primera vez, él también se despide de ella y luego le comenta
a Mariana que hizo redactar un documento dejándole su finca en heredad a
Lucila, Mariana mostró su desacuerdo, Rádel le dijo que ella haría algo de
provecho con esa propiedad. En este instante Rádel le deja saber a Norco que
hace una semana se había enterado de su conspiración para matarle y quedarse
con el poder, que siempre algo falla en un plan pero que con la prisa Rádel no
tuvo tiempo para desarticular la trama. Revelando el plan que consistía en que los
cómplices de Norco lo mataran en su despacho presidencial pero que él había
aprovechado un descuido a la hora del almuerzo y había salido donde el notario y
pidió a este un caballo en el cual cabalgó hasta la casa. Le dijo a Mariana que
ya él sabía de la relación de ella y Norco y que los cómplices de este debían
estar a punto de llegar, ella pidió que le dejara escapar, pero él dijo que no,
se aseguró que su revolver estuviera cargado y dijo que cuando los cómplices de
Norco llegaran a la casa encontrarían los tres cadáveres, el de ella, el de
Norco y el suyo propio. Fin de la obra.
sábado, 23 de marzo de 2013
Edipo Rey
Edipo rey es una de las grandes
obras escritas por Sófocles, dramaturgo griego de la antigüedad. La misma está
basada en la mitología griega, de donde han nacido los más fabulosos relatos
épicos que han permanecido en el gusto literario mundial por más de dos mil
años. He aquí un breve resumen de esta obra.
Personajes: Edipo, rey de Tebas;
Yocasta, esposa de Edipo, Creonte, hermano de Yocasta; Corifeo, líder del coro;
Tiresias, vidente; sacerdote; coro; grupo de ancianos; 2 mensajeros; siervo de
Layo; dos niñas, hijas de Edipo.
PRÓLOGO.
La obra comienza con el lamento
del pueblo de Tebas. Un coro de ancianos, encabezado por un sacerdote, han
acudido ante Edipo a pedir sea resuelta la calamidad que azota aquella ciudad. Enfermedades
y miserias invaden a esta ciudad griega que ve en su rey, Edipo, la mayor
oportunidad que tienen para encontrar una salida que devuelva todo a la
normalidad. Edipo entra a escena y pregunta al pueblo acerca de sus
lamentaciones, el anciano, sacerdote de Zeus, le relata los detalles de lo que
el pueblo ha venido padeciendo y, Edipo contesta entonces que él mismo ha
estado sufriendo mucho por la situación imperante en Tebas y que ya tomó la medida
que exigía el momento, que había enviado a Creonte, su cuñado, a consultar al
dios Apolo sobre el particular.
Creonte entra a escena trayendo
la respuesta de Apolo, este le ha asegurado que la única forma en que el pueblo
de Tebas puede librarse de tan gran calamidad es si encuentra al asesino del
rey Layo, antecesor de Edipo en el reinado de Tebas, y lo matan por haber
cometido tal afrenta contra el rey de Tebas. Edipo se compromete a llegar hasta
el fondo del asunto e investigar quien fue el asesino de Layo para hacerle
pagar por su crimen. El anciano sacerdote y sus acompañantes se retiran
complacidos de la respuesta de Edipo y confiados en que todo se resolverá.
Edipo y Creonte entran a palacio.
PRIMER EPISODIO.
Edipo ordena que quien sepa detalles de la
muerte de Layo deberá confesarlo y pronuncia más de una maldición en contra de
quien pudiera estar encubriendo al asesino y en cambio declara bienestar para
quien confiese el nombre del autor de aquel crimen. Conversando con Corifeo,
asegura haber enviado a buscar a un vidente llamado Tiresias de quien Creonte
ha dado buenas recomendaciones.
Tiresias el vidente entra escena
guiado por su asistente y escoltado por dos siervos de Edipo. Al principio
evade el responder acerca del tema que le ha propuesto Edipo pero luego se
siente insultado por el rey quien ha entrado en ira ante la negativa de Tiresias
a responder los cuestionamientos sobre la identidad del asesino del rey Layo.
Luego de una larga y acalorada discusión Tiresias decide hablar, le dice al rey
y a todos los presentes, que el mismo Edipo ha sido el causante de la muerte de
Layo. Edipo lo acusa de mentiroso y pretende humillarlo, también acusa a
Creonte de haberse confabulado con el vidente para hacerle daño. Se burla de la
ceguera del vidente a lo que este riposta declarando que Edipo, antes que acabe
aquel día, perderá también la luz de sus ojos y conocerá la desgracia más cruel
que hombre alguno pudiera soportar. Corifeo tiene que intervenir para que Edipo
deje al vidente abandonar el lugar con vida. El vidente abandona la escena y
Edipo, luego de seguir mostrando su ira ante sus súbditos, abandona la escena y
entra a palacio.
PRIMER CANTO ALREDEDOR DEL ALTAR.
El coro imagina la vida que
llevará el asesino de Layo y se niega a aceptar que Edipo sea el asesino de su
antiguo rey.
SEGUNDO EPISODIO.
Creonte entra a escena y pregunta
a Corifeo si es cierto que el rey Edipo le había acusado de traición en su
ausencia a lo que Corifeo responde afirmativamente. Mientras los dos conversan
sobre el tema, Edipo vuelve a entrar a escena e inicia una serie de insultos y
acusaciones en contra de su cuñado. Creonte intenta defenderse argumentando que
él no tiene razones para querer hacer mal al rey puesto que, siendo tercero en
el reino, goza de los mismos derechos y privilegios que el rey pero sin tener
que preocuparse por trabajar tanto como lo hace el monarca. Edipo está
convencido de que la trama en su contra es real y que Creonte sólo busca
matarlo, por lo cual él ha decidido que Creonte deberá morir aquel día.
Yocasta, reina de Tebas y esposa
de Edipo, entra a escena exigiendo le sea explicado todo lo que acontece. Edipo
le dice que Creonte ha urdido un plan para matarle y por lo mismo él ha decidido
que ha de ser Creonte el que ha de morir. Yocasta se muestra incrédula ante las
acusaciones que su esposo hace de su hermano Creonte y le pregunta a Edipo si
él tiene pruebas de aquella acusación o solamente lo ha escuchado de boca de un
tercero. Edipo dice que Creonte lo niega pero que las viles acusaciones que el
vidente ha hecho contra su persona, sumado al hecho de que ha sido Creonte
quien ha recomendado buscar al vidente para consultarlo, son para él evidencias
suficientes para saber que Creonte es culpable de traición. Yocasta descarta
todo aquello y dice que ella nunca cree en oráculos ni videntes porque al rey
Layo, su anterior esposo, le fue vaticinado que moriría a manos de su propio
hijo y que luego este hijo dormiría en su lecho real con su propia madre.
Confesó que ella misma se encargó de deshacerse del hijo de ambos y que, ante
la evidente muerte de Layo a manos de unos bandidos, estaba comprobado que el
oráculo se había equivocado. Creonte, por su lado, seguía defendiendo su
inocencia en todo ese asunto y juró por los dioses que nunca había planeado
hacer mal al rey. Corifeo sugirió a Edipo que le tomara la palabra a Creonte
pues este había jurado por los dioses y dicho juramento era suficiente para
creer que decía la verdad hasta que pudiera demostrarse lo contrario. Edipo
accedió a permitir que Creonte abandonara la ciudad pero seguía convencido de
la culpabilidad de su cuñado.
Yocasta pide saber lo que el vidente
ha dicho a Edipo, este le cuenta todo y Yocasta asegura que el vidente ha
estado equivocado porque el rey no pudo haber muerto a mano de Edipo ya que el
único sobreviviente del séquito real que acompañaba a Layo el día de su muerte
había asegurado que Layo murió a manos de un grupo de bandidos en el lugar
donde se bifurca el camino y se divide en dos, uno que sigue hacia Delfos y el
otro hacia Daulia. Al escuchar aquello Edipo se sintió extraño e inquirió a
Yocasta acerca de cómo supo ella todo lo que sucedió a Layo, Yocasta dijo que
uno de los siervos de palacio se lo había contado. Edipo preguntó donde se
encontraba aquel siervo en esos momentos y Yocasta contestó que el mismo día
que Edipo fue coronado rey, aquel siervo le había pedido que le enviara a los
campos a pastorear el rebaño real pues no deseaba permanecer en palacio.
Yocasta dijo que el siervo merecía ser complacido en aquello pues siempre había
sido obediente y leal. Edipo preguntó si el siervo podía ser enviado a buscar,
a lo que Yocasta contestó que sí. Edipo dijo tener un mal presentimiento pero
que esperaría que el siervo viniera para confirmar o descartar lo que a su
mente había llegado. Ante la insistencia de Yocasta, Edipo le cuenta que él
había matado a un hombre con las mismas características que ella describía de
Layo y en el mismo lugar que ella decía que Layo había sido asesinado. Yocasta
trata de calmar a Edipo y le recuerda que el siervo dio una versión diferente
de los hechos pues había dicho que Layo murió a manos de muchos ladrones. Luego
pide a Edipo que entren a palacio.
SEGUNDO CANTO ALREDEDOR DEL
ALTAR.
El coro canta inspirado en un
pensamiento de Edipo que pide el castigo de la impiedad y la incredulidad en
los oráculos, pues estos deben cumplirse para que la religión no perezca.
TERCER EPISODIO.
Yocasta aparece en escena implorando
a los dioses para que calmen la turbación de Edipo. Entra a escena un mensajero
quien solicita ver al rey Edipo. Edipo entra a escena y el mensajero le dice
que su padre Pólibo había muerto y que Edipo era esperado en Corinto para ser
coronado rey. Edipo tiene miedo de volver a Corinto porque tiene miedo de que
la predicción del oráculo que había dicho que él se acostaría con su madre se
llegara a cumplir. El mensajero le confiesa a Edipo que Pólibo no era su
verdadero padre sino que el mismo mensajero lo había llevado a manos de Pólibo,
siendo Edipo un niño recién nacido, y Pólibo le tomó tanto cariño que lo amó y
crió como si fuera su propio hijo pues él no tenía descendientes. Edipo
preguntó al mensajero como era que él se había encontrado con Edipo cuando era
recién nacido. El mensajero dijo que un siervo de Layo le había entregado en
sus manos. Ante la pregunta de Edipo de si alguien sabía quién era aquel pastor,
Corifeo respondió que creía se trataba del mismo pastor que Edipo antes había
mandado a buscar y que Yocasta debía saber la respuesta definitiva de esa
pregunta. Yocasta se niega a contestar si se trata del mismo hombre. Yocasta y
Edipo terminan discutiendo pues Yocasta se niega a confirmar lo que ella ya
sabe y abandona la escena muy turbada.
TERCER CANTO ALREDEDOR DEL ALTAR.
El coro celebra los méritos
excepcionales de su soberano y se transporta, imaginariamente, a las fiestas
dedicadas al dios Dioniso y al dios Pan.
CUARTO EPISODIO.
Entra a escena el siervo de Layo
quien resulta ser el mismo que había entregado a Edipo recién nacido al
mensajero de Corinto. Se niega a decir los detalles pero luego confiesa que
debía matar al niño por encomienda de Yocasta, para que no se cumpliera el
oráculo contra Layo. Edipo descubre toda la verdad, que había matado a su padre
tal y como le había sido vaticinado, que había tenido por esposa a su propia
madre y había procreado hijos con esta. Sale de escena y entra a palacio
emitiendo terribles lamentaciones sobre su destino. El mensajero y el siervo se
retiran.
CUARTO CANTO ALREDEDOR DEL ALTAR.
Entonan lamentaciones acerca de
la infelicidad de los mortales que no pueden escapar a sus destinos de
aflicciones y pesares. También lamentan la suerte de Edipo que, sin quererlo se
convirtió en el esposo de su madre.
ÉXODOS.
El acto final de la obra comienza
con la entrada a escena de un mensajero de palacio que informa acerca de la
muerte de Yocasta quien se ha suicidado. También informa que Edipo había
entrado iracundo a buscarla para matarla y al encontrarla colgada del techo,
ahorcada, tomó los alfileres de su vestido y se sacó los ojos infligiéndose
heridas con estos. Luego sale a escena Edipo y conversa sobre su decisión de sacar
sus ojos para no tener que ver más su vida desdichada. Luego entra a escena
Creonte a quien Edipo pide que lo destierre a donde nadie tenga contacto con
él, Creonte le dice que hay que consultar a los dioses para tomar la mejor
decisión, Edipo le pide que entierre dignamente a Yocasta y que le permita
despedirse de sus hijas quienes son las que más sufrirán todo aquello por ser
niñas tan jóvenes y por que serán la burla de todos y despreciadas de los
hombres por su origen incestuoso. Las hijas de Edipo irrumpen en llanto, pues
ya estaban presentes y Edipo pide que se acerquen. Luego Edipo y sus hijas
entran con Creonte a palacio. En escena
sólo queda el coro que canta sobre la desgracia de Edipo y termina la obra
diciendo que “esperemos que el último día de su vida haya pasado sin sufrir
dolores para decir que un mortal fue feliz.”
viernes, 22 de marzo de 2013
II Maratón Teatral del Guloya
www.facebook.com/teatroguloya
twitter @teatroguloya
El Cruce sobre el Niágara.
Una cosa es cruzar el Niágara en
bicicleta y otra muy distinta es cruzarla caminando sobre una cuerda floja. Esa
hazaña la realizó varias veces el equilibrista francés Charles Blondin (1824-1897)
en la segunda mitad del siglo XIX. Ese es el tema de la obra “El Cruce sobre el
Niágara.” La obra fue escrita por el dramaturgo peruano Alonso Alegría y será
puesta en escena, en su segundo fin de semana, en la sala Máximo Avilés Blonda del
Palacio de Bellas Artes de la capital dominicana, viernes y sábado a las 8:30
de la noche y el domingo 24 a las 6:30 pm. El precio de entrada es de R.D.$500.00
por persona.
Los reconocidos actores: Wilson
Ureña, de República Dominicana, y el cubano Orestes Amador tienen la
responsabilidad de transmitir al público todas las emociones que conlleva una
aventura de semejante magnitud. Ellos dos, con un espectacular juego de luces y
apoyados en la magia del sonido, se encargarán de dar realismo a aquel
memorable suceso y transportar las cataratas al Palacio de Bellas Artes.
El cruce sobre el Niágara es
dirigida por Flor de Bethania Abreu; coreografía de Marianela Boán; línea
gráfica de Imgard Karoline Becker; y la composición musical de Xavier Ortiz.
La parte más importante de la
obra es usted y todos los que asistan a presenciarla este fin de semana. Aquí
está la invitación.
miércoles, 20 de marzo de 2013
No podemos hacer teatro solos
Una de las características más fuerte de hacer teatro, es que el
teatro no puede hacerlo una sola persona. Sé que habrá gente, y especialmente
teatristas, que al leer esto preguntarán, ¿Cómo es eso?, ¿Qué será lo que
quiere decir?. Claro que no hablo de que usted no pueda dirigirse al parque
Enriquillo, por ejemplo, y hacer una
representación usted solo, hablo del teatro profesional, depurado, puramente
acabado. De hecho es algo que nos enseñan en nuestra formación teatral, pero
parece que es lo más rápido que dejamos de poner en uso.
Una sola persona no puede hacer teatro o más bien, no puede
presentar una obra, aún decida escribir él o ella misma un monólogo, realizar
la producción: buscar los patrocinadores, crear el arte del programa de mano y
hacer el modelo de este, diseñar y construir su propia escenografía, realizar
el diseño de luces, musicalizar la obra, diseñar y crear el vestuario, diseñar
y ponerse el maquillaje; más el peinado, crear su utilería, auto dirigirse, todo
lo que conlleva un montaje, porque al final para la representación, necesita el
equipo de técnicos que moverá el engranaje de dicha función, como el
luminotécnico, sonidista, regidor de escena y por tanto no está realizando sólo dicha función, pero además
necesitará lo más importante para que la magia de esa función pueda darse… el
público. Sin importar la cantidad, pero es quien hace que la actuación se
convierta o se cargue de esa magia especial que tiene cuando está el actor o
actriz en escena representando, es entonces que se da eso que los griegos
llaman primera característica y lo fundamental del teatro, que se da en el
ditirambo: “gente que mira y gente que actúa”. Aunque los actores y actrices
coloquemos esa cuarta pared para poner a funcionar la máquina de la
interpretación o actuación, no nos evita sentir la energía de esos ojos y mente
que nos miran y siguen durante el tiempo sobre las tablas, pero que además nos
inyecta el motor de nuestro trabajo. No, no podemos hacer teatro solos, porque
entonces sin los técnicos, sin el público no sería teatro, pero además el apoyo
y el respaldo de la familia, los amigos y compañeros teatristas, conjuntamente
a sus críticas objetivas, constructivas y sinceras, nos aportan grandemente.
Amigos, compañeros, colegas, camaradas, hermanos, aceptemos que nos
necesitamos, formemos entonces una sola pared, un muro, para apoyarnos y
defendernos, para batallar juntos en este mágico mundo que aprendimos a
realizar, a vivir y amar, no sin antes ponernos en manos del más grande y todo
poderoso, nuestro señor Jesucristo. No, no podemos hacer teatro solos.
lunes, 11 de marzo de 2013
Teatro dominicano: Una premiación propia
Ser o no ser, he ahí el problema.
Como dice el Hamlet de Shakespeare, y en nuestra bella y encantadora República
Dominicana ese pareciese ser el problema del TEATRO: ser o no ser ya que nunca
es y solo es dependiendo quien este representándolo, porque de manera paradójica
esta maravillosa y excelsa representación del arte llamada TEATRO es
prácticamente marginado en su mismo espacio, ya que nuestra única y mayor
fiesta de los artistas dominicanos, como lo es el premio que otorga ACROARTE,
es realizado en el Teatro Nacional Eduardo Brito, es decir en un teatro, y cuando se trata de
premiar la categoría o el renglón de TEATRO estos premios son entregados casi
tras bastidores, en los momentos de los comerciales y solo para el público
presente. El televidente lo verá en unos rápidos avances. Para poderlos sacar
al aire es únicamente en ocasiones muy especiales: Cuando es entregado a una
figura televisiva y del agrado de los cronistas de arte o bien cuando se le
entrega a una gran figura como lo es nuestra Bella, talentosa y agradable
Cecilia García, nuestra verdadera diva dominicana; es solo en esas ocasiones
que el teatro es; pero este es el premio de ACROARTE y por eso es que creo que
los teatristas deberíamos de crear nuestra propia premiación, ya que el arte
que realizamos es por demás, trabajoso, complicado, requiere tiempo de
preparación, delicado, sensible, educativo, protestante, energético, vibrante,
mágico, sereno, apasionante, fantasioso, realista, absurdo, puro, verdadero,
encantador, seductor, creativo, denunciante, divertido, mediático, rítmico
entre muchas otras cosas. Pero nos falta mucho a los teatristas dominicanos
porque lo primero que tendríamos que lograr es lo más difícil… la unión de la
clase teatral. Difícil porque es más importante denigrar o mejor dicho en buen
dominicano acabar a los compañeros porque creemos que los montajes de los demás
si no están hechos como lo haría cada quien en particular, desde su óptica, no
es correcto.
Todos criticamos el trato que nos
brindan en ACROARTE: indiferencia casi total, pero no hay más culpable que
nosotros. Quiera Dios y pudiésemos lograr esa unión y crear una premiación
nuestra, donde premiáramos cada uno de los renglones, actores, directores,
técnicos: por ejemplo mejor obra, mejor escenografía, mejor maquillaje, mejor
vestuario, mejor diseño de luces, mejor musicalización, mejor actuación, mejor
dirección, escenógrafo del año, director del año, actor del año, actor
secundario del año, actriz secundaria del año, vestuarista del año, maquillista
del año, luminotécnico del año, sonidista del año, utilero del año y muchas
otras categorías.
Sería interesante y además
generaríamos el respeto que merece nuestra clase y que merecemos como artistas
y creadores, sin tener que mendigar una nominación y una premiación cuando no
hay a quien dársela de los favoritos de la televisión, aun sin ser actores o
ser muy malos, pero repito nadie más culpable que nosotros los teatristas
dominicanos. Aunque es difícil no es imposible, quiera Dios y nos motiváramos y
nos decidiéramos.
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