Por: Isabelle Huppert (Actriz
francesa).
Bueno, aquí estamos otra vez.
Reunidos de nuevo en primavera, 55 años después de nuestra reunión fundacional,
para celebrar el #Día Mundial del Teatro. Un solo día, 24 horas, que comienzan
de la mano del teatro NO y del Bunraku que pasan por la Ópera de Pekín y el
Kathakali, brillando entre Grecia y Escandinavia, de Esquilo a Ibsen, de
Sófocles a Strinberg, entre Inglaterra e Italia, de Sara Kane a Pirandello, y
también Francia entre otros, donde nos encontramos, y donde París es la ciudad
del mundo que atrae a más grupos de teatro internacional. En esas 24 horas
podemos ir de Francia a Rusia, de Racine y Molière a Chejov, e incluso
atravesar el Atlántico para acabar en un Campamento californiano, tentando a
jóvenes a reinventar, quizás, el teatro.
De hecho, el teatro renace cada
día de sus cenizas. No es sino una convención que hay que abolir
incansablemente. Así es como sigue vivo. El teatro tiene una vida abundante que
desafía el espacio y el tiempo, y las obras más contemporáneas se nutren de los
siglos pasados, los repertorios más clásicos se hacen modernos cada vez que son
subidos de nuevo a escena.
El Día Mundial del Teatro no es
pues, obviamente, un día cualquiera de nuestras vidas que deba ser tomado de
forma banal. Hace revivir un inmenso espacio-tiempo y, para evocarlo, querría
citar a un dramaturgo francés tan genial como discreto, Jean Tardieu: Hablando
del espacio, se pregunta 'cuál es el camino más largo para ir de un punto a
otro.' Sobre el tiempo, sugiere 'medir, en décimas de segundo, el tiempo que se
tarda en pronunciar la palabra 'eternidad''. Sobre el espacio-tiempo, también
dice: 'Antes de dormir, fija tu mente en dos puntos del espacio, y calcula
cuánto tiempo se tarda, en un sueño, en ir de uno a otro'.
Es la frase 'en un sueño' la que
siempre me da vueltas en la cabeza. Pareciera que Jean Tardieu y Bob Wilson se
hubieran encontrado.
También podemos resumir nuestro
Día Mundial del Teatro, citando las palabras de Samuel Beckett que hace decir a
Winnie en su estilo expeditivo: '¡Oh, qué hermoso día habrá sido!'
Al pensar en este Mensaje que
tengo el honor de que me hayan pedido que escriba, he recordado todos los
sueños de estas escenas. Por eso puedo decir que no he venido a esta sala de la
UNESCO yo sola. Todos los personajes que he interpretado en escena me
acompañan. Personajes que parecieron irse cuando caía el telón, pero que han
cavado una vida subterránea en mí, dispuestos a ayudar o destruir los
personajes que les sucedieron. Fedra, Araminte, Orlando, Hedda Gabbler, Medea,
Merteuil, Blanche Dubois... Me acompañan también todos los personajes que he
adorado y aplaudido como espectadora. Y por eso es por lo que pertenezco al
mundo. Soy griega, africana, siria, veneciana, rusa, brasileña, persa, romana,
japonesa, marsellesa, neoyorkina, filipina, argentina, noruega, coreana,
alemana, austriaca, inglesa, realmente del mundo entero. Esa es la auténtica
globalización.
En 1964, con ocasión de este #Día
Mundial del Teatro, Laurence Olivier anunció que, tras más de un siglo de
lucha, por fin se acababa de crear en Inglaterra un teatro nacional que él
quiso transformar inmediatamente en un teatro internacional, al menos por su repertorio.
El tenía muy claro que Shakespeare pertenecía al mundo.
Me ha encantado saber que el
primer Mensaje de estos Días Mundiales del Teatro, en 1962, se le confió a Jean
Cocteau, por ser autor del libro 'La vuelta al mundo en 80 días otra vez'. Yo
he dado la vuelta al mundo de forma diferente. La he dado en 80 espectáculos u
80 películas. Incluyo aquí películas en las que no distingo entre hacer teatro
o cine, que sorprende cada vez que lo digo pero es cierto, es como es. Ninguna
diferencia.
Al hablar aquí no soy yo. No soy
una actriz. Soy solo uno de esos incontables personajes gracias a los cuales el
teatro sigue existiendo. Es un poco nuestro deber. Y nuestra necesidad. Cómo
expresarlo... Nosotros no hacemos que el teatro exista. Es gracias al teatro
que nosotros existimos.
El teatro es muy fuerte, resiste,
sobrevive a todo, a las guerras, a las censuras, a la falta de dinero. Es
suficiente con decir 'la escena es un escenario vacío de un tiempo
indeterminado' y hacer entrar a un actor. O una actriz. ¿Qué va a hacer? ¿Qué
va a decir? ¿Van a hablar? El público espera, se va a saber, ese público sin el
que no existe el teatro, no lo olvidemos nunca. Una sola persona de público, es
público. ¡Esperemos que no haya muchas sillas vacías! Salvo en la obra de
Ionesco. Al final la Vieja dice: 'Sí, sí, muramos en plena gloria... Muramos
para entrar en la leyenda... Al menos tendremos nuestra calle.'
El Día Mundial del Teatro existe
desde hace ahora 55 años. En 55 años soy la octava mujer a la que se le pide
pronunciar un mensaje, bueno, no sé si la palabra 'mensaje' es la adecuada. Mis
predecesores (¡se impone el masculino!) hablaron del teatro de la imaginación,
de libertad, del origen, evocaron la multiculturalidad, la belleza, las
preguntas sin respuestas... En 2013, hace tan solo 4 años, Darío Fo dijo: 'la
única solución a la crisis, reside en la esperanza de una gran caza de brujas
contra nosotros, especialmente contra los jóvenes que quieren aprender el arte
del teatro: así surgirá una nueva diáspora de comediantes, que hará surgir de
estas limitaciones unos beneficios inimaginables para una nueva
representación.' Beneficios inimaginables es una fórmula digna de aparecer en
un programa político, ¿no? Como estoy en París poco antes de unas elecciones
presidenciales, sugeriría a aquellos que pretenden gobernarnos, que estén
atentos a los beneficios inimaginables aportados por el teatro. Y por supuesto,
¡nada de caza de brujas!
El teatro para mí es el otro, el
diálogo, la ausencia de odio. La amistad entre los pueblos. No sé ahora mismo
qué significa exactamente, pero creo en la comunidad, en la amistad de los
espectadores y los actores, en la unión de todos a los que reúne el teatro, los
que lo escriben, los que lo traducen, los que lo explican, los que lo visten,
los que lo decoran, los que lo interpretan, incluso, los que van. El teatro nos
protege, nos acoge... Creo de veras que nos ama... tanto como le amamos.
Recuerdo a un viejo director de
la vieja escuela, que antes de que se levantara el telón, entre bambalinas,
decía cada noche con voz firme: '¡Paso al teatro!'
Estas serán mis últimas palabras.
Gracias.
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