He amado y he sido
amado. He llegado, como resultado del amor, varias veces al matrimonio. Igual
he llegado, debido a avatares abrumantes, también a su ruptura.
Al estar convencido de
que todo caballero debe tener mala memoria, nunca había querido escribir una
pieza en la cual el matrimonio y el divorcio, fuesen la temática central.
Reiteradamente he
dicho que no quisiera herir jamás las exquisitas sensibilidades de las amadas,
ni con pétalos de lavanda, flor de espliego. Algo que, en medio de tantas
pasiones, quereres y desamores que transitan desde matrimonio a la ruptura, es
sometido a complejas tentaciones.
La decisión que, hasta
que escribí la nueva obra: “El diablo ya no vive
aquí”, he sostenido, trataba de evitar que se hicieran
referencias maliciosas o sacaran de contesto determinadas situaciones, las
cuales, inevitablemente, aparecerían en una obra con el tipo de tema señalado.
Persigo con la dramaturgia un bien mayor, que nunca conciliaría con mis
particularidades vivenciales.
No obstante, una noche
—preferido momento de escritores y vampiros— me chantajee a mi mismo
planteándome el razonamiento de que en un profesional de la creación literaria,
la libertad temática es una condición insoslayable. Partiendo de estos
postulados escribí esta obra teatral. Se trata de una pieza con dos diferentes
finales. Debo confesar que la idea no es
del todo original. Ya León Tolstoi, utilizó dos disímiles finales en su novela
corta “El Diablo”, escrita en
1889. Razones puramente circunstanciales, y no literarias, impulsaron a Tolstoi a escribir los dos finales aludidos. A mí, desde la primera lectura de aquella breve novela, me pareció interesantísimo el hecho, casi fortuito, que cuento.
En el caso de esta
obra sus dos únicos personajes, María Cristina y Mario Ernesto, tenían derecho
a un desenlace particular. Dada la situación del matrimonio en punto de quiebra
que presenta esta pieza (de enriquecido humor ácido y negro), me resultó
imposible conciliar un final común que satisficiera a los perfiles conductuales
de los dos antagonistas mari-teatrales.
El asunto es que el
trabajo del dramaturgo, en este caso, ha concluido. Ahora ocurre que en el mes
de octubre de este mismo año, La
Teatrería presentará en el Teatro del
Raval, de Barcelona, “El diablo ya no vive
aquí”. Será su estreno mundial.
La responsabilidad de
la interpretación recaerá sobre los actores barceloneses y maestros teatrales,
Alex Mas Marsiñach y Tania Alor Soto. Serán asistidos por los consagrados artistas
del Teatro, German Madrid y Antonia Castillo (de la compañía Carro de Baco, ya presentada en nuestro
país.)Por supuesto que pienso estar cuando hagan el estreno mundial de El diablo ya no vive aquí. Estaré ahí hasta que caiga el… ¡Telón!
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