En mis años de experiencia teatral y actoral he representado
muchos y distintos personajes con características diferentes. Con algunos de
estos personajes he llegado a identificarme, otros (muy pocos) solamente los he
visto como un encargo o misión que debo cumplir. Cada uno me ha dejado un sabor
distinto, porque a pesar de haber siempre impregnado lo mejor de mí en todos
ellos: dedicación, disciplina, responsabilidad, respeto… existen algunos personajes
que, por decirlo de una forma muy mía, “reclaman” mayor atención. En este
renglón, según mi punto de vista, encajan los personajes históricos: esos que
respiraron, caminaron, hablaron, y hasta amaron… esos que sí tuvieron vida.
Porque a estos personajes, en vez de crearles una historia, hay que investigarlos,
estudiarlos más a fondo, tomar todo lo que los caracterizaba y hacerlo parte de
ti al momento de escudriñarlos, ensayarlos e interpretarlos, porque debes llegar
a conocerles para adoptar sus pensamientos, gestos, expresiones, forma de
caminar, hablar y hasta su forma de mirar; para hacerlos creíbles, aceptables, para
devolverlos a la vida en las tablas.
Independientemente de que estos personajes hayan sido o no los que más haya amado interpretar. Ahora me toca representar a una mujer que tuvo algo muy especial, pues dentro de los múltiples milagros que hizo Jesús en su paso por la tierra, ella está presente en tres libros de la biblia: Marcos 5: 25-34; Mateo 9: 20-22; y Lucas 8: 43-48. Esos pasajes resaltan el milagro que ella recibió del Cristo. Es la mujer enferma de flujo, quien sintió y entendió con su condicionante, que si tan solo tocaba su manto, recibiría sanación. Hoy que ensayo y se acercan los días para hacer tal interpretación y/o representación, de la obra “Hoy he tocado su manto”, la cual me da el honor también de haber realizado su dramaturgia y dirección, siento más que de costumbre, cosquilleo en el estómago (una de las partes de mi cuerpo que recibe mis emociones), siento mucha ilusión y emoción, así como si fuese el primer papel protagónico que realizo y creo saber el por qué: en realidad, es el primer papel principal que represento para la gloria y honra de mi Señor Jesucristo, y conlleva más responsabilidad, más disciplina, más respeto, más entrega. Porque no sólo es que debo darle al público una labor profesional, sino que también debo llevar la palabra de Jesús a todos los espectadores, y sobre todo realizar un trabajo digno para el Señor de señores, para el Rey de Reyes, para Jesucristo.
¿Alguna ventaja especial? yo diría que muchas. Principalmente tengo la ayuda de la fuerza divina, porque “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
Independientemente de que estos personajes hayan sido o no los que más haya amado interpretar. Ahora me toca representar a una mujer que tuvo algo muy especial, pues dentro de los múltiples milagros que hizo Jesús en su paso por la tierra, ella está presente en tres libros de la biblia: Marcos 5: 25-34; Mateo 9: 20-22; y Lucas 8: 43-48. Esos pasajes resaltan el milagro que ella recibió del Cristo. Es la mujer enferma de flujo, quien sintió y entendió con su condicionante, que si tan solo tocaba su manto, recibiría sanación. Hoy que ensayo y se acercan los días para hacer tal interpretación y/o representación, de la obra “Hoy he tocado su manto”, la cual me da el honor también de haber realizado su dramaturgia y dirección, siento más que de costumbre, cosquilleo en el estómago (una de las partes de mi cuerpo que recibe mis emociones), siento mucha ilusión y emoción, así como si fuese el primer papel protagónico que realizo y creo saber el por qué: en realidad, es el primer papel principal que represento para la gloria y honra de mi Señor Jesucristo, y conlleva más responsabilidad, más disciplina, más respeto, más entrega. Porque no sólo es que debo darle al público una labor profesional, sino que también debo llevar la palabra de Jesús a todos los espectadores, y sobre todo realizar un trabajo digno para el Señor de señores, para el Rey de Reyes, para Jesucristo.
¿Alguna ventaja especial? yo diría que muchas. Principalmente tengo la ayuda de la fuerza divina, porque “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).