De acuerdo con los académicos de la lengua española se denomina divo o diva, según el sexo, al artista del mundo del espectáculo que goza de fama superlativa, es decir que su fama es muy grande o excelente en su línea. De manera general, este término se aplicaba a los cantantes de ópera que alcanzaban la cima de la popularidad.
Para entender el contexto dentro del cual una diva o un divo alcanzaba esta denominación, hay que señalar dos puntos:
1º- La ópera es una rama del arte clásico tan extraordinaria que encierra dentro de cada representación a un conjunto tan profesional como diverso de: Poetas (que escriben los libretos adhiriéndose a lo sublime y excelso de la más pura poesía clásica); pintores (que ilustran pintorescas, variadas y grandiosas escenografías); bailarines (cuyos magistrales adornos coreográficos imprimen dinamismo a un género que usualmente, aunque no de manera exclusiva, se circunscribe dentro de lo dramático); músicos (quienes tienen la responsabilidad de realizar los arreglos musicales y llevar a cabo la ejecución de los mismos una vez el espectáculo es puesto en escena); actores (representan los personajes contenidos en la narración principal en la que se fundamenta la ópera); y cantantes (exhiben cualidades vocales excepcionales que distinguen este género como uno reservado para individuos especiales).
y 2º- La ópera, especialmente durante los siglos XVII, XVIII, Y XIX, estaba dirigida a un público altamente culto, de una educación exquisita y de gustos excesivamente refinados. Es por estos dos citados puntos que ser considerado un divo o una diva en aquellos tiempos era el más elevado privilegio que un artista podría recibir.
Ser un divo o diva significaba que aún los mismos artistas consideraban a esta persona, digna de ser merecedora de semejante adjetivo calificativo, como la más admirada, respetada y hasta idolatrada dentro del mundo del espectáculo.
No es fortuito el hecho que el presente artículo enfatice el uso de los términos divo y diva dentro del tiempo pasado. Claro que no es fortuito. Esto es debido a que hoy en día y desde mediados del siglo pasado, ha venido creciendo la costumbre de utilizar estos términos de manera peyorativa, es decir en forma burlesca y despectiva. Esta desafortunada situación tiende a crear confusión dentro de la percepción de personas comunes y corrientes. Peor aún, el constante uso del término diva para denominar así a una persona que quizás pueda gozar de una popularidad relativa dentro de la geografía de una ciudad o nación, o que a lo mejor obtenga cierto reconocimiento dentro de un género musical determinado, o, en el último y más bajo de los casos, a una persona con escaso talento artístico pero dispuesto (a) en todo momento a exhibir sus atributos y cualidades físicas (en muchas ocasiones logradas gracias a cirugías plásticas.) hacen que la confusión se torne en rechazo. Esto así porque el común de las personas ha llegado a creer que una diva, un divo o hasta una megadiva es más bien una caricatura de lo que debe en esencia ser un artista.
Existe una máxima que expresa que "la costumbre hace ley." Y la ley del lenguaje coloquial no depende del poder legislativo formal sino más bien de la educación del pueblo. Esto es así.
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