Hoy la patria de Duarte despertó
llorando desde lo alto, no porque ha perdido nada, ni por tristeza, no por
dolor, ni tampoco por rabia, no porque tiene las manos vacías, ni sus pies
están cansados, tampoco porque su mirada se perdió en el horizonte, ni porque calló el cantor; no lloraba porque sus obreros amantes se alejaban, ni porque el sol
dejara de calentar, no porque la creación no existiera más, ni siquiera porque
el mensaje se extinguiera por las rendijas, ni porque el cuerpo dejara de
expresar. No eran sus lágrimas por las manos, los brazos, los pies y los
cuerpos que crean y mueven el mobiliario, que pinchan los botones para que se
haga la luz, el sonido y abren el telón; quien dijo que eran por todos los años
de representación pasados, ni por los elementos que ocupan el espacio para
brindar una atmósfera, tampoco por las luces que seguirán encendiendo,
iluminando cada mundo, cada historia, cada creación; jamás fue por el efecto
que salió en el momento justo y provoco el objetivo deseado, no fue por el
gesto que seguirá hablando, comunicando cada mensaje, cada sentimiento mediante
el superobjetivo; no cayó el llanto por la línea que toco el corazón de los
demás y a lo mejor cambió alguna vida, por las circunstancias dadas, no fue por
el encuentro de dos vidas a una hora exacta, en un espacio determinado; esas
dos vidas donde hay una que acciona y la otra que observa. Tampoco fue por las
largas noches de insomnios, de días interminable, tecleando o rodando el
lapicero por largas paginas para plasmar la historia. No, no fue por nada de
eso; porque todo eso seguirá ocurriendo, seguiremos subiendo a escena todos los
días, seguiremos representando, llorando, riendo, gritando, enseñando, amando,
seguiremos creando, encendiendo las luces, poniendo el sonido, abriendo el
telón y la función volverá a comenzar una y otra vez más, desde cualquier
espacio, desde cualquier lugar, en todas las voces que no lo callaran jamás.
Porque el teatro vive y vivirá a pesar de sus detractores, porque el teatro no dejara
de ser, porque hasta para ser independientes, para hacer patria estuvo
presente, porque el teatro es vida, pasión, amor.
Las lágrimas que brotan hoy de la
patria de Duarte, Sánchez y Mella, son por lastima a los que dirigen, por sus
incapacidades, por su ignorancia, por su mediocridad, por sus inoperancias, por
sus faltas de respeto, por sus mentiras, por sus falsedades, por su desfachatez,
por sus brutalidades, por sus indiferencias, por su política barata y
desgastada. Lloró esta patria, por las manos vacías de los dirigentes, por sus
pies sin destino, por sus cabezas hechas huecos, porque hay un final en el
camino y allí, justo allí nos encontraremos y nos miraremos a la cara, a los
ojos y oirán por vez final, que no pudieron acabar con el teatro, porque como
un monstruo grande, no le pudieron detener; y siempre encontró un lugar, un espacio,
una mano amiga, un apoyo para ser creado, representado y siempre volverá de sus
cenizas, sus escombros, su realidad, desde su verdad, su esencia pura, sus
muros inquebrantables a abrir el telón, encender sus luces, activar el sonido,
gesticular, alzar su voz y hacer vibrar corazones. Como dijo Federico García
Lorca el teatro seguirá siendo: La poesía que se levanta del libro y se hace
humana, y al hacerse grita, llora, ríe y se desespera.
Porque el teatro fue y nueva vez,
es y seguirá siendo, haciendo. Porque desde algún lugar o rincón saldrá para
protestar, para educar, para denunciar, para decir, para contar, para amar,
porque al teatro no lo amedrentarán, porque lo trasciende todo, porque no está
muerto, porque aun herido vive y vivirá. Porque ellos los dirigentes, dejaran
de ser, pero el teatro, no. ¡Que viva el teatro! ¡Que vivan los creadores del
teatro! ¡Que viva el teatro y su opulencia! ¡Que viva el teatro y su
miseria! ¡Que viva el teatro dominicano!
Así que como dice Franklin Domínguez ¡Busca foco, pisa duro y habla fuerte!
Feliz día nacional e
internacional del teatro, dominicanos.