8 de octubre. DÍA DEL TEATRO
LATINOAMERICANO
Mensaje de Arístides Vargas
Es bueno tener un día dedicado al teatro
de América Latina, fundamentalmente porque es un arte amenazado aunque no en
extinción. El teatro podría ser una especie al borde de la desaparición,
si entendemos que cuando un pájaro desaparece también desaparece la
trayectoria de su vuelo, desparece la particularidad de ese canto que solo él
puede cantar, la manera en que se sostiene en el aire, el arte de combinar el
vuelo con el canto y este con el aire que lo sujeta, pero el teatro siempre
está allí, en el borde, o en los bordes.
Entiendo el teatro de América Latina a partir de una consideración que
Artaud tiene sobre el cuerpo. El “cuerpo sin órganos” lo llama, es decir, un
cuerpo sin organización aparente, un cuerpo sin jerarquías, un cuerpo donde
todas sus partes tienen la misma importancia. Lejos de una organización
productiva, un organismo no integrado a un orden productivo, eso es un cuerpo
sin órganos, una comuna que no quiere ser continente sino des-continente, que
se expulsa fuera de sí mismo en diversas propuestas que surgen en un
movimiento desde su propia motricidad o energía que deviene del movimiento
anterior. Es imposible entender el teatro contemporáneo en el continente sino
se entiende esta sucesión de movimientos que son su forma de caminar, y
una manera de resistir a la inmovilidad y la muerte.
A menudo pienso en los maestros que nos precedieron, porque el
teatro es memoria, pero una memoria que nos expulsa hacia adelante, es evocar
con los ojos, rememorar con los oídos, para echar a andar los recuerdos
emocionados del mirar y el oír, ver y escuchar la vida de lo que merece ser
recordado, como lo son la Revolución en América de Sur de Boal, la
puesta de Arturo Ui hecha por Atahualpa del Cioppo, o la Orgía de
Buenaventura, Manda patibularia de Santiago García, o el Camino rojo…de
Liera, tal vez Golpes a mi puerta de Juan Carlos Gené, entre otras que guardo
en la memoria de los ojos, porque todo creador que crea recrea, toda artista
que trabaja con su presente se sumerge en el tiempo que vive y en el tiempo
que le precede, cae hacia atrás en la justa medida en que cree que está
haciendo algo nuevo, tal vez lo haga porque dice que lo hace y al decirlo lo
rehace como nuevo pero me gusta creer que en el teatro inventamos en tres
temporalidades simultáneas donde el pasado de los viejos maestros no termina
de pasar, está en el devenir del próximo paso, siempre a punto de suceder,
esta y este teatrista es más contingente que sus contemporáneos que habitan
una sola realidad sociológica.
Y ya lo decía, el teatro entre nosotros es un arte atacado, y no
debiéramos olvidar esto en América Latina. El teatro bajo sospecha ha sido la
manera natural de estar en él, porque es el espacio donde se ensaya la
indignación, el espacio que se niega a ser colonizado por la actitud
reduccionista que lo convierte en una experiencia museística de un deber ser
impuesto por la cultura oficial, o el proceder del neoliberalismo que
consiste en desactivarlo a través de una política que lo somete a las
industrias del ocio, a la sociedad del espectáculo, al discurso de las nuevas
tendencias donde se mezclan conceptos sin la menor idea, inmersos en una
actividad consumista donde lo nuevo es una mecánica de compra venta, una
rutina consumista repleta de conceptos vacíos y conservadores. En el arte son
fundamentales las ideas para resistir a lo inhumano, a las ofensas de una
época, a los medios de información, al olvido; una idea que problematice la
realidad le agregue algo, la ensaye de nuevo.
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“El teatro es la poesía que se levanta del
libro y se hace humana. Y al hacerse, habla, grita, llora y se desespera. El
teatro necesita que los personajes que aparezcan en la escena lleven un traje
de poesía y al mismo tiempo que se les vean los huesos, la sangre. Han de ser
tan humanos, tan horrorosamente trágicos y ligados a la vida y al día con una
fuerza tal, que muestren sus tradiciones, que se aprecien sus olores, y que
salga a los labios toda la valentía de sus palabras llenas de amor o de ascos”
Federico García Lorca